«Llegué a Madrid en el 2014. Vine únicamente a acompañar a mi hija y mis nietos a establecerse en España. Mis nietos tenían dos y seis años en ese entonces y mi hija me pidió que la ayudara mientras buscaba casa y se establecía. Con el tiempo me fue gustando. Mi hija me sugirió que sacara los documentos, el NIE, y así lo hice. Seis meses después me devolví a Venezuela y bueno, estuve un tiempo, pero decidí regresarme y aquí estoy. Han pasado diez años.
Al principio cuesta, porque es una cultura diferente a la nuestra. Además, el frío y el calor, los cambios de clima, para nosotros son muy fuertes, porque somos del trópico. Me costó adaptarme en ese sentido. Siempre pensé que iba a regresar a Venezuela, pero me fui acomodando poco a poco, hasta que decidí traerme aquí mi negocio de Caracas.
Yo tengo más de veinticinco años con Lassago, que es una empresa que asesora a las personas cuando quieren solicitar un visado para los Estados Unidos o una renovación. Cuando vine, dejé mis oficinas funcionando en Caracas, pero decidí continuar desde aquí. No fue fácil, porque los ciudadanos de la comunidad europea no necesitan visado para entrar en los Estados Unidos, basta con un permiso ESTA. Pero lo más grave es que yo aquí no conocía a nadie. En Venezuela me mantenía trabajando por el boca a boca. Ahora, después de diez años, te puedo decir que tengo una buena clientela -nueva- y mantengo la de allá. Los clientes son clase aparte conmigo. Algunos me llaman y me dicen, “Señora Laura, por fin la encontré”. En este momento el trabajo es más complicado, porque como no hay embajada de Estados Unidos en Venezuela, hay que agendar a nivel internacional, no solamente en España, aunque he traído muchos clientes a hacer su renovación aquí.
Aparte de eso, vino la pandemia y como bien sabemos nadie viajó y por consiguiente nadie necesitó sacar más visados por un buen tiempo. El mundo estuvo parado casi dos años. Entonces, buscando qué hacer, entré a dar clases de inglés en la Comunidad de Madrid y la verdad es que me ha gustado mucho, porque volví a conectar con mi lengua materna, con los niños y con un grupo de adultos de la tercera edad que siempre están dispuestos a aprender. Las clases son de conversación, lectura y escritura. La verdad es que no le puedo pedir más nada al universo. Me nacionalicé y considero que España es hoy mi segunda patria. Creo que yo no me voy de aquí más nunca. Mi familia está regada por todas partes del mundo.
Durante la pandemia estuve dos años viviendo en el sur de España, en Andalucía, donde son muy bonitas las playas. Es una vida mucho más calmada que vivir en la capital. Aquí tengo más acceso a todo. Me gustan el teatro y los museos, me gusta un buen centro comercial y también salir a comer. Tengo muy pocas amigas venezolanas aquí y les pasa lo mismo que a mí, siempre estamos muy ocupadas, algunas trabajan de lunes a lunes. Yo, afortunadamente, trabajo de lunes a viernes, pero a veces algún fin de semana tengo que hacer algo adicional. Yo creo que aquí me quedo, en Madrid. No quiere decir que no me vaya de vacaciones a Málaga, a La Herradura, bellísimos lugares, pero me vengo de nuevo a Madrid.
Me ha ido muy bien, aunque siempre con añoranza de Venezuela».
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