Aunque en Venezuela me gradué de comunicadora social -mención publicidad- y relaciones públicas en el año 2009, ejercí muy poco tiempo, ya que me casé y monté mis propios negocios. Comencé con un establecimiento muy pequeño de comida rápida y logramos crecer con mucho éxito hasta tener seis empleados y dos cocineras. Esto nos permitió abrirnos a nuevas opciones y probar suerte en otras áreas en expansión, así que también inauguramos un salón de juegos o un “sport book”, como le decimos allá.
Logramos mantenernos a flote durante nueve años pero, finalmente, entre otras cosas, nos quebró la falta de luz; así que tomé la decisión de comenzar un nuevo capítulo y me mudé a España.
Mi experiencia en Madrid no ha sido mala, aunque al principio fue muy duro el cambio. Pasar de tener emprendimientos propios, casa y carro, a ver tu vida recogida en un par de maletas, no es fácil para nadie. Y aunque mis ahorros se fueron en el pago de alquiler, luz, agua y comida, me siento muy agradecida ya que apenas llegué hace un año y medio y ahora tengo más de lo que esperaba. Vivo en un lugar más grande que cuando me establecí y todo ha empezado a cobrar sentido.
Mi primer trabajo, cuando llegué, fue disfrazarme de la ratoncita Minnie Mouse y pararme en la Puerta del Sol en pleno centro de Madrid. Allí estuve como tres meses y hasta llegué a animar fiestas infantiles a partir de ese personaje. Más adelante logré reunir dinero y comprarme una moto y ahora hago deliverys de comida por mi cuenta y también trabajo en el Mercado de Maravillas, atendiendo a los clientes en el puesto de comida Tequeñería 66. Allí estoy solo medio tiempo desde el mes de febrero, así que combino ambas actividades para que den las cuentas.
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