Exiliar no fue fácil, el desprendimiento emocional con Venezuela era tan fuerte como las ganas de seguir ejerciendo lo que siempre me ha apasionado: la defensa de los derechos humanos. A casi cinco años en España, en un país donde el libre pensamiento se garantiza, continúo desde el exilio en la altruista tarea de difusión y preservación de los Derechos inherentes a las personas, especialmente los de la comunidad de mi país y de todo aquel que la necesite.
Sí nací sin conocer mis derechos, declaro no morir sin conocerlos
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