El duelo inmigrante: cómo impacta la migración en la salud mental de la diáspora venezolana

Sep 28, 2019

La diáspora venezolana representa a millones de personas que han tenido que abandonar su país en busca de seguridad y estabilidad. Estas migraciones, forzadas por el desabastecimiento de alimentos y medicamentos, el colapso de los servicios básicos y la violencia estructural, no solo generan cambios físicos, sino también profundas heridas emocionales. A este proceso se le conoce como duelo inmigrante.

¿Qué es el duelo inmigrante?

El duelo inmigrante, también llamado síndrome de Ulises, duelo migratorio o síndrome del emigrante, es una respuesta psíquica y emocional a las pérdidas que implica la migración: separación familiar, desarraigo, incertidumbre, y pérdida de identidad. Afecta tanto a quienes se van como a quienes se quedan, generando una sensación de vacío, tristeza crónica y ansiedad.

Este duelo es ambiguo, porque no se trata de una pérdida definitiva como la muerte, sino de una ausencia constante, prolongada y emocionalmente confusa. Las preguntas sin respuesta “¿cuándo podré regresar?”, “¿quién me cuidará si enfermo?”, “¿cuándo saldrán mis papeles?”generan un estado de alerta permanente y desgaste mental.

El impacto psicológico del duelo inmigrante

Las consecuencias del duelo inmigrante se manifiestan en forma de ansiedad, tristeza profunda, irritabilidad, insomnio y aislamiento. Incluso quienes están acompañados pueden sentirse emocionalmente solos, con un diálogo interno centrado en la pérdida, la culpa por haber partido, o la deslealtad hacia quienes quedaron atrás.

En las familias, este duelo se extiende a los hijos y parejas, quienes también deben enfrentar la ausencia emocional de un ser querido físicamente presente pero psicológicamente distante. Así, el duelo migratorio puede afectar a varias generaciones, quedando oculto tras conflictos familiares o síntomas emocionales no resueltos.

Aceptar, nombrar y compartir el dolor

Lo más importante para sanar el duelo inmigrante es entender que no es un signo de debilidad, sino una reacción natural a un proceso de cambio extremo. Reconocer los sentimientos de nostalgia, frustración o vacío, y hablar de ellos con la familia, tanto presente como ausente, es fundamental para evitar que ese dolor se quede “congelado” en la mente.

Conectar, recordar y compartir —aunque implique dolor— es la clave para atravesar el duelo de manera saludable. La comunicación y el acompañamiento emocional son esenciales para que las heridas de la migración no se transformen en traumas silenciosos.


Autora: Susana Barradas Correa
Psicóloga Clínica venezolana, Doctora en Neurociencia por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en terapia cognitivo-conductual y psicoterapia sistémica familiar. Actualmente reside y ejerce en Madrid.

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