Migrar no es sólo cambiar de país. Es también cambiar de ritmo, de rutinas, de vínculos, de afectos. Es comenzar de nuevo mientras aún llevamos dentro muchas despedidas sin cerrar. Y aunque a veces tratamos de mantenernos fuertes y seguir adelante, nuestras emociones también hacen ese viaje.
Por eso, el pasado 7 de mayo realizamos el webinar gratuito “Las emociones migran contigo”, un espacio creado desde Venezuela Virtual junto a la psicóloga María Alejandra Ramírez, para hablar de lo que sentimos cuando emigramos y cómo podemos acompañarnos mejor en ese proceso.
Comprender lo que sentimos al migrar
Uno de los objetivos del encuentro fue entender el impacto emocional de la migración, tanto en adultos como en niños. María Alejandra Ramírez, con más de 25 años de experiencia en psicoterapia individual, familiar y grupal, explicó que migrar no siempre es una elección: muchas veces es una decisión tomada desde la necesidad. Esto, sumado a la pérdida de la red de apoyo, los cambios culturales y el estrés constante, genera una carga emocional significativa.
En adultos, es común experimentar ansiedad, tristeza, insomnio, irritabilidad, estado de alerta e incluso fatiga emocional con el paso del tiempo. En niños, los cambios suelen expresarse de otra manera: alteraciones en el comportamiento, regresiones, dependencia emocional o somatizaciones (síntomas físicos sin causa médica clara).
Comprender que estas reacciones son normales, y que no estamos solos en sentirlas, es el primer paso para empezar a cuidarnos emocionalmente.
Duelo migratorio: lo que se pierde y lo que no se dice
Un concepto central que se abordó durante el webinar fue el del duelo migratorio. Este duelo no es igual al que sentimos por la pérdida de un ser querido, pero sí implica un proceso emocional de despedida de todo lo que dejamos atrás: nuestra cuadra, la abuela, los olores, las costumbres, la lengua en la calle, incluso el clima.
El problema es que, al no ser reconocido socialmente como un duelo “válido”, muchas personas no lo nombran ni lo hablan. En consecuencia, las emociones se reprimen o se expresan de forma silenciosa a través del cuerpo o la conducta. Por eso es importante crear espacios seguros para hablar de lo que se extraña, incluso en familia, con los hijos e hijas.
El impacto de la incertidumbre y cómo afrontarla
Durante el proceso migratorio, uno de los factores más estresantes es la incertidumbre: no saber qué va a pasar. Esto se puede traducir en angustia constante, falta de sueño, sensación de descontrol y dificultad para tomar decisiones.
Para enfrentarla, María Alejandra compartió algunas claves prácticas:
- Establecer rutinas que aporten estructura al día.
- Tener un plan A, B y C, aunque sea básico, para sentir que hay alternativas.
- Favorecer una comunicación abierta dentro del núcleo familiar.
- Validar los sentimientos de miedo o frustración sin minimizar lo que se siente.
Estos pequeños pasos pueden ayudarnos a recuperar un sentido de dirección y calma, aún en medio de la incertidumbre.
Crianza en tierra nueva: un reto emocional
Criar en un país distinto al de origen implica adaptarse a nuevas normas sociales y culturales. En el webinar se habló de la importancia de «traducir el mundo» a los hijos sin perder las raíces. Es decir, ayudarles a entender cómo funciona su entorno actual, sin renunciar a lo que nos da sentido como familia.
Para lograrlo, se propusieron tres acciones clave:
- Validar sus emociones, aunque no siempre las comprendamos del todo.
- Contener, es decir, estar presentes, disponibles y atentos.
- Estructurar con límites, para brindar seguridad en medio del cambio.
Incorporar lo emocional como parte natural de la crianza migrante es una forma de cuidar a los hijos, pero también de proteger el bienestar emocional de toda la familia.
Herramientas para el bienestar emocional en el día a día
Uno de los momentos más valorados del webinar fue la presentación de herramientas sencillas para el cuidado emocional cotidiano. María Alejandra compartió varias estrategias que pueden aplicarse en casa:
- La técnica de respiración cuadrada, útil para calmar el sistema nervioso.
- Establecer rutinas diarias que den previsibilidad.
- Tener diálogos contenedores con los hijos, donde puedan expresar lo que sienten sin ser juzgados.
- Utilizar recursos visuales (como cuentos o dibujos) para hablar de emociones con los más pequeños.
También se propuso crear un rincón emocional en casa, un espacio pequeño y simbólico donde cada miembro de la familia pueda ir cuando necesita calmarse o estar en silencio.
Cuándo pedir ayuda profesional
No siempre podemos solos, y eso no es una debilidad. Durante el webinar, se abordaron algunas señales de alerta o red flags que indican que es momento de buscar apoyo profesional:
En adultos:
- Llanto frecuente o sin causa clara.
- Irritabilidad extrema o parálisis emocional.
- Sensación de vacío o desconexión constante.
En niños:
- Cambios bruscos en el comportamiento.
- Regresiones (volver a conductas de etapas anteriores).
- Aislamiento, miedos intensos o alteraciones del sueño.
Pedir ayuda no solo es un acto de salud, sino también un ejemplo valioso para los hijos.
Recomendaciones prácticas para familias migrantes
Hacia el final de la sesión, la psicóloga compartió un pequeño “kit de emergencia emocional” con ideas que pueden hacer una gran diferencia:
- Crear una zona emocional segura en casa.
- Hacer un ritual de adaptación, como preparar un plato típico del país de acogida y compartirlo en familia.
- Elaborar un cuento ilustrado familiar sobre la migración, que permita integrar la experiencia vivida.
- Repetir frases que refuercen la conexión, como “Aquí nos cuidamos juntos”.
Un espacio para seguir construyendo comunidad
Este webinar fue parte de las iniciativas de Venezuela Virtual, la comunidad digital creada por la Fundación Código Venezuela para acompañar a la diáspora en España. En esta plataforma no sólo puedes encontrar recursos en empleo, educación o legalidad, sino también herramientas para el cuidado emocional y familiar.
En palabras de María Alejandra Ramírez, “migrar también es reinventarse”. Y para hacerlo, necesitamos espacios como este, donde podamos detenernos, escucharnos y construir nuevas formas de estar bien.