Desde su cocina en España, Edwin Garpa ha convertido la pasión y el amor por la gastronomía venezolana en una forma de arte. Su historia refleja la fuerza, la constancia y el corazón que caracterizan a tantos venezolanos que siguen dejando huella con su trabajo y creatividad aún lejos de casa. En esta entrevista, Edwin compartió con nosotros cómo nació Maison Brûlée, un proyecto que combina sabores, emociones y raíces, demostrando que cuando las cosas se hacen con amor, constancia y excelencia, pueden trascender fronteras.
Detrás de cada creación de la galería está Edwin Garpa, chef pastelero venezolano que encontró en la pastelería creativa su lenguaje más auténtico. Su recorrido lo llevó de Venezuela a Panamá y, finalmente, a Madrid. Con más de una década de experiencia en alta pastelería, ha trabajado en restaurantes con estrella Michelin, ha asesorado proyectos internacionales y, sobre todo, ha cultivado una visión: la pastelería como una forma de expresión artística. Ahora, nos cuenta su historia con una mezcla de orgullo y humildad, para la sección Familia Venezuela.
Sus grandes referentes —Cédric Grolet, Antonio Bachour, Amaury Guichon y Jesús Escalera— han marcado su camino, pero su estilo es personal y profundamente emocional. En su espacio Maison Brûlée, cada obra comestible refleja su esencia. Son piezas que no solo se disfrutan con el paladar, sino también con la vista y el corazón. “Desde el amor y la belleza creo libremente, inspiro al mundo y dejo una huella poderosa”, afirma con convicción.
Edwin define su trabajo con una mezcla de humildad y orgullo: “Edwin Garpa es amor, pasión, valentía, fuerza, ganas de salir adelante y, sobre todo, dedicación”. Su inspiración más profunda viene de su madre, a quien recuerda como una mujer fuerte, trabajadora y apasionada. “Esta chispa nace gracias a mi madre, que desde muy pequeña tuvo que sacar adelante a sus hermanos porque quedó huérfana de madre. Y al nosotros nacer, fue como ver ese día a día suyo, lleno de ganas y de pasión. Ella amaba cocinar, y de ahí nació mi interés”.
Esa herencia de esfuerzo y amor lo acompañó siempre y, con los años, su pasión por la cocina se transformó en una búsqueda artística: “Fui preparándome con mucho esfuerzo, pero siempre desde el amor. Creo que ese es el secreto de todo: hacer las cosas con amor y con mucha pasión. Así se pueden lograr muchísimas cosas”.

La comida como puente y emoción
Para Edwin, la gastronomía es también una forma de llevar a Venezuela consigo y mantenerla en alto lejos de casa. “Creo que la comida siempre nos conecta muchísimo con nuestro hogar. Y qué mejor manera de llevar nuestra gastronomía a todos los rincones del mundo”.
En Maison Brûlée, el chef fusiona sabores locales españoles, con recetas tradicionales venezolanas. Explica: “siempre trato de darle ese toque del país en el que esté. En el caso de Maison Brûlée, hacemos cachitos, mini panes de jamón… y siempre buscamos una forma de usar productos locales, fusionándolos con nuestra gastronomía”.
Esa mezcla entre innovación y raíces convierte su cocina en una experiencia de identidad y descubrimiento. Cada postre, cada detalle, es un diálogo entre lo aprendido y lo recordado, entre lo técnico y lo emocional: “para mí, la comida son sentimientos. Y qué mejor manera de traerlos siempre a la mesa. Los postres deben transmitir una emoción, no solo al comerlos, sino también al verlos”, afirma contento.
“La pastelería es arte. Y el arte también se come”, dice Edwin. Esa frase resume la filosofía detrás de su trabajo. Maison Brûlée es más que una pastelería: es una galería de arte comestible, donde la estética, el sabor y la emoción se encuentran en un mismo espacio, sumando además la amistad que llevó a Edwin, Cami y Andre a abrir este local en Calle del Molino de Viento, 2, Madrid.
Según explica en su web oficial, Maison Brûlée busca “crear experiencias multisensoriales que despierten emociones y conecten con la belleza de lo efímero”. Cada creación es una obra única, pensada para inspirar y sorprender. Este propósito se ve reflejado en sus creaciones y en su visión de futuro: posicionar a la marca como un destino gastronómico internacional donde la creatividad venezolana brille con fuerza.
“Mi mayor orgullo es poder dejar un legado en las personas. Dejar una huella, inspirar, y que a través de los años las personas con las que he trabajado, con las que he sido líder o jefe, aún me recuerden con cariño. Que sigamos conversando, que aún se apoyen en mí para seguir creciendo como profesionales y como personas”.

De los sueños a las vitrinas de Madrid
El crecimiento de Maison Brûlée forma parte de una tendencia más amplia que ha transformado la escena gastronómica madrileña. Tal como relata un artículo de El País, el trío creador de este local empezó “cocinando en pisos prestados o cocinas fantasmas… repartieron a domicilio brownies, galletas y empanadas. Finalmente, lo que comenzó en casas particulares, hoy se sirve en locales con filas en la puerta y presencia internacional” (Sánchez & Franco, 2025, junio 17).
Esa evolución —de lo clandestino a lo visible, de lo íntimo a lo reconocido— refleja también el trayecto de Edwin Garpa. Lo que empezó como un sueño personal se ha convertido en un proyecto que combina arte, sabor y propósito. Hoy, Maison Brûlée forma parte de ese nuevo mapa gastronómico de Madrid, donde la creatividad latinoamericana tiene un lugar destacado.
Como todo emprendedor, Edwin reconoce que su camino ha estado lleno de desafíos. “Muchas veces tuve momentos de quiebre en los que dije: ‘No puedo más’. Pero algo dentro de mí me decía: ‘Sí puedes. Lucha, sé constante, que si trabajas por lo que quieres, lo vas a lograr’”. Esa perseverancia lo ha llevado a construir una marca que trasciende el concepto de pastelería.
Edwin no solo quiere vender postres, sino inspirar a otros. “Quiero que cuando la gente escuche o diga ‘Maison Brûlée’, lo asocie con arte comestible. Eso es lo que quiero que seamos en el mundo entero: un referente, un destino turístico a nivel mundial”.
Y lo dice con la serenidad de quien sabe que los grandes logros requieren paciencia. “Lo principal que le diría a cualquiera es que haga las cosas siempre desde el corazón, con mucho amor. Tener paciencia, no tener expectativas, porque al final cada persona tiene experiencias diferentes. Pero creo que con amor y dedicación se pueden lograr muchísimas cosas”.
El próximo paso de Edwin es claro: “es poder expandir Maison Brûlée. No solo en España, sino en el mundo entero. Que el mundo nos conozca como los mejores artistas comestibles”. Esa ambición no nace del ego, sino del deseo de representar a su país y su cultura a través de la belleza y el sabor. En su web oficial, se define como un creador que busca “fusionar técnica, arte y emoción para transformar la pastelería en una experiencia sensorial única”.
En cada una de sus piezas hay un homenaje a Venezuela, a su gente y a la fuerza de quienes, como él, han hecho del exilio una plataforma para reinventarse. Edwin Garpa es un ejemplo luminoso de esa creatividad resiliente que florece lejos del hogar, pero siempre con el alma puesta en él.
Su historia nos recuerda que el arte también se puede hornear, que la belleza puede servirse en un plato, y que los sueños —cuando se cocinan con amor— tienen el poder de trascender fronteras.
Referencia
Sánchez, S., & Franco, L. (2025, 17 de junio). De cocinas clandestinas a locales de lujo en Madrid. El País. https://elpais.com/gastronomia/2025-06-18/de-cocinas-clandestinas-a-locales-de-lujo-en-madrid.html
Fuente: Maison Brûlée (2025). Galería de arte comestible y alta pastelería creativa. https://maisonbrulee.com
