Compartimos contigo un texto íntimo de Alejandra Morrison (@Alemorrisonandco), cocinera, escritora, venezolanísima. Es una mirada al presente desde los sueños del pasado, que comparte una realidad con la que todos podemos identificarnos: llegar con el corazón lleno de ilusiones y ganas, con la voluntad de adaptarse y cumplir sueños. Esta sexta edición de Cartas desde la Venezuela Virtual nos abraza, anima y reconforta.
A continuación, las palabras de Ale:
«Yo siempre he sido de tener agendas: agendas que empiezo con entusiasmo y nunca termino. Hace poco encontré un escrito en una de esas viejas agendas. Es del 14 de septiembre de 2015, o sea, cuando recién había llegado a Madrid.
Creo que vale la pena compartirlo, aunque advierto que es un poco cursi. Supongo que yo soy una persona un poco cursi. También es muy personal, pero siento que compartirlo tiene sentido, porque si eres inmigrante, probablemente te vas a sentir identificado.
14 de septiembre de 2015
Estoy sola en El Retiro. El día es hermoso, como de película romántica de Hollywood.
Imagínate el cielo totalmente azul, el sol brillante, una brisa suave que mueve las hojas de los árboles, pájaros, turistas, y hasta un saxofonista intentando tocar “La Macarena”. Me senté debajo de un árbol y me quité los zapatos. Veo a la gente pasar a lo lejos: algunos hacen ejercicio, otros montan bicicleta, se toman selfies, hay ejecutivos en traje comiendo helados, niños riéndose… Es un día perfecto para descansar.
El fin de semana lo pasé trabajando. Fue mi primera semana en la cocina de un restaurante. La verdad, es exactamente lo que pensé que iba a estar haciendo. Estoy intentando empezar con buen pie: aprendiendo con calma, sin atajos, llevándome bien con el resto del equipo, memorizando los nombres de todos, los ingredientes de cada plato, dónde se guarda cada cosa… El trabajo es sencillo, pero agotador. Aun así, es justo lo que quiero ahora. Quiero aprovechar al máximo esta experiencia.
Por lo demás, tengo que admitir que sí me siento un poco sola. Mi tía Ana está viajando mucho con Luis, los morochos están trabajando, Pedro me acompaña de vez en cuando, pero vive lejos y empezó la universidad. Aún no tengo amigos, pero sigo repitiéndome que todo va a estar bien.
Llevo dos meses aquí, pero la nostalgia sigue siendo fuerte. Extraño a mi gato, mi cama, mis amigas. Más que eso, extraño no tener que preocuparme por el dinero, o por si el metro va a estar cerrado y no voy a poder llegar a casa de mi tía. Extraño cocinarle a mis amigos y a mi familia. Extraño la vida que tenía… que, en realidad, ya no existe. Porque aunque regresara mañana, esos amigos ya no están, no hay ingredientes para cocinar, y la mitad de mi familia está fuera de Venezuela. Es nostalgia por una vida que ya no está.
Pero todo va a estar bien, lo sé. Poco a poco haré nuevos amigos, podré alquilar mi propio apartamento, hacer reuniones, ahorrar para nuevos viajes… ¡una vida nueva!

Y mientras tanto, estoy aquí, sentada bajo “mi” árbol en El Retiro. Quisiera comprarme un helado, pero ni siquiera me alcanza. Supongo que, al menos, así no engordo. Respiro profundo. Me imagino a mi mamá gozando con la idea de verme así: nostálgica, escribiendo en un parque. El saxofonista ahora toca algo más bonito, más alegre, y la gente sigue pasando.
Todo va a estar bien. Solo tengo que vivir el ahora, disfrutar de este día tan bello. Voy a sacar de la cartera el libro alquilado que no me costó ni un euro, voy a leer, luego caminar, ver las tiendas por fuera, y cuando me aburra, me montaré en el metro, luego en el autobús. Llegaré a casa de mi tía Ana, me echaré en el sofá, veré una película y ya. Seré feliz. Porque al final tengo tantas cosas por las que ser feliz…
Adiós, quien sea que esté leyendo. Me voy a disfrutar de mi vida hollywoodense.
Lo más impresionante es que eso fue hace ya 10 años, ¡y todo lo que soñaba en ese momento ahora lo tengo! Vivo en un piso alquilado con personas que amo, y mis amigos vienen todo el tiempo a compartir, a comer platos deliciosos que les preparo con todo el amor. Todo lo que deseaba, aquí lo logré.
Y lo más bonito de todo es darme cuenta de la actitud tan hermosa que tenía en ese momento. Porque, cuando pienso en esa época, lo que recuerdo es que fue muy dura. ¡Estaba sufriendo! Me sentía incómoda, agotada, trabajando muchísimo, en un país que no era el mío. Y sin embargo, me leo y pienso: ¡Qué bonito! ¿Quién me iba a decir a mí que, diez años después, literalmente todo iba a estar bien?
Hoy me planteo escribir una carta para leer dentro de diez años más. Porque lo más increíble es que uno piensa que, cuando alcanza sus sueños, ya no va a tener problemas. Como si ganar la lotería significara que se acabaron todas las preocupaciones. Pero la vida no es así.
Ahora tengo otras inquietudes, nuevos retos, nuevas dudas. Siempre van a aparecer nuevas preocupaciones.
Pero lo importante —lo único seguro— es que eso también pasará.»
Ale Morrison
Lee aquí todas las cartas desde la Venezuela Virtual.